Siempre Venecia

El año pasado pasé un periodo como profesor visitante en la Universidad de Trento, en el noreste de la península italiana. Fue una buena experiencia, pero de eso ya hablo en otro post.

El hecho es que Trento se encuentra a unos 180 km. de Venecia , a unas dos horas en tren. Uno de los fines de semana que estaba allí, decidí que era una buena oportunidad para volver a visitar Venecia, una de esas ciudades que te cautivan y que hacen que siempre recuerdes los momentos que has vivido allí. Y me fui a pasar el domingo. El plan era perfecto: si hacía un día soleado disfrutaría del paisaje viajando en tren, podría comer la pasta que más me gusta, y recorrería los viejos callejones de la ciudad de Casanova y Marco Polo.

Las cosas no fueron exactamente así. El día se levantó gris y nuboso y los trenes iban con retraso, y a pesar de ser domingo, iban a tope. Fue llegar a Venecia y empezar a llover. Es cierto que, probablemente, el romanticismo de la ciudad gana enteros cuando llueve, y que esto te hace recordar la canción de Charles Aznavour, cuando vagaba por las calles de la ciudad véneta intentando ahogar sus males de amor y nos recordaba  qué triste puede ser Venecia.

Francamente, pero, cuando esperas pasar un domingo cómodo y soleado, este no es el estado de ánimo que te queda. La cosa se complicó cuando, al llegar a la Piazza San Marco, viví por primera vez el fenómeno de la acqua alta. Esta subida de la marea inunda completamente la plaza y diferentes calles adyacentes. Los servicios públicos de la ciudad, dado que se trata de una situación que viven relativamente a menudo, acondicionan una especie de pasarelas elevadas, a unos 20 cm. del suelo, para que los peatones puedan pasar. Aquel domingo, sin embargo, eran inútiles, dado que el agua las sobrepasaba. Me recomendaron que esperara, que fuera a comer y que volviera en un par de horas, ya que calculaban que entonces el agua ya habría abandonado la plaza. Es lo que tienen las mareas.

La buena pasta no me la perdí. En una plaza pequeña, muy cerca de la que había sido la casa de  Carlo Goldoni, comí unos girasoli di fior di zucca  que valían realmente la pena, mientras la lluvia iba remitiendo. Después de un espresso comme il faut, volví a San Marco y la pude contemplar en todo su esplendor. Al final, no había ido tan mal.

Canales de Venecia
Fuente: Ricardo Gómez Angel – Unsplash

Recuerdo todo esto ahora porque el gobierno italiano ha aislado la región de Lombardía y otras provincias, entre ellas, la de Venecia, por la epidemia del COVID-19. Es probable que haya quien considere que esto será bueno para la ciudad, dado que frenará la llegada de turistas, y le ayudará en su delicada sostenibilidad. Es posible, no lo sé. Pero seguro que será una ciudad más triste, más angustiada, sin el espejo de los enamorados poniendo sus expectativas en pasar unos días inolvidables. Aznavour decía, en francés, “Que c’est triste Venise, lorsque les barcarolles ne viennent souligner que les silences creux”, y en castellano, “eres otra Venecia, más fría y más gris”. Él pensaba en su desengaño amoroso, pero me parece que, aislada, la ciudad debe tener un sentimiento similar.

Y a pesar de todo, Venecia saldrá adelante con éxito. Como lo ha hecho siempre. Como lo hará siempre.

Albert Sangrà

ALBERT SANGRÀ

Director de la Cátedra UNESCO, profesor Catedrático e investigador de la UOC